Árida como un desierto, estéril como la tierra cansada.
Y al mismo tiempo libre como el agua y leve como el aire.
Placida como las nubes blancas de un día sereno e inquieta como las llamas crepitantes de un fuego bailarín.
Enfadada con el ego pero silenciosamente sondando el alma.
Cansada de lo efímero pero asombrosamente despierta a lo eterno.
Abiertos los ojos hacia lo externo y interiormente consciente de lo que no se ve.
Así estoy mirando la vida en este momento.
Y a pesar del dolor sentido por descubrimientos bruscos e inusitados, hay en mi ser una tranquilidad que adviene de una comprensión que lo transciende...
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